El ser cristiano no tiene por qué implicar que seas de derechas.
RSS

viernes, 12 de marzo de 2010

Ven y sígueme.


Entonces Pedro le dijo a Jesús: Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Jesús le respondió: Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna” Marcos 10,17-30

“Y Jesús, oído esto, le dijo: Aun te falta una cosa: vende todo lo que tienes,y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Entonces él,oídas estas cosas, se puso muy triste, porque era muy rico.” Lucas 18:22-23


En mis tiempos de estudiante, uno de mis compañeros, cristiano como yo, me preguntaba continuamente sobre estas lecturas. Teníamos 20 años. El sabía que yo era catequista. Me decía que el mensaje de Jesús era muy duro y muy radical. Sígueme. Déjalo todo y sígueme. Yo no sabía explicarme. Lo veía de otro modo. Veía que cada cual tenía que dar lo que pudiera. Uno sabe exactamente si da más de lo que puede o da menos. Que había que escucharse a sí mismo, y a partir de ahí, coherentemente hacer lo que uno tuviera que hacer.
El seguía atormentado con la misma pregunta. Se exigía demasiado. Un día, me enteré que entró en el seminario, pero con el tiempo se salió, conoció a una chica, y la verdad, que ahora no sé cómo está.

Criticar a la Iglesia - a la jerarquía - es muy fácil. Sobre todo porque lo hacen tan mal que nos lo ponen en bandeja. Pederastia, apego al poder, homofobias, machismos, etc... tienen unos pecados tan gordos y tan visibles que nos lo ponen a huevo.
Pero la Iglesia - no sólo la jerarquía - es mucho más. Hay curas y hay curas.

No debe ser fácil eso de lo dejo todo y Te sigo. Para nada. Ser cura puede significar que tienes la vida resuelta y a vivir del cuento. Pero ser cura puede significar que tienes que sacrificar el amor de tu vida. Que tienes que callar cuando tienes ganas de gritar. Que tienes ganas de llorar y sólo lo puedes hacer solo. Que tienes que trabajar todos los días, incluido - el que más - los domingos.

Ser cura puede significar vivir como un príncipe o puede significar sufrir hasta que te mueras.

Y a éstos me dirijo y de éstos os hablo. De los curas que lo pasan mal por miles de motivos: por ser consecuentes con el Evangelio, porque no son entendidos, porque sufren de enfermedad y siguen su trabajo. Porque a pesar de todos los palos que les dan en su vida, siguen con esa frase en su cabeza y en el corazón: lo dejo todo y Te sigo.

Esta claro que en esta vida recibirán el ciento por uno y en la otra, tendrán la vida eterna. Pero va siendo hora de que su vida eterna, la placentera, la gocen aquí con nosotros. Porque el Reino no es para los muertos, es para los vivos.
A fin de cuentas, nos despistamos tanto buscando santos en los altares - que los hay, aunque algunos sean expréss y por encargo - y no nos damos cuenta de los santos - llenos de pecados sí, pero santos - que tenemos delante de nuestras narices y no somos capaces de ver.
Por ellos, deberíamos orar un poquito. No para pedir. Sino para dar gracias de que todavía existan personas que lo dejan todo por Jesús de Nazaret a cambio de nada, y con el precio de pagar una vida de disgustos, y siguen ahí, en la brecha, con su alzacuellos puesto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario